viernes, 19 de julio de 2013

El detective en el supermercado


"El detective en el supermercado" "In Defense of Food" de Michael Pollan periodista y escritor norteamericano de gran éxito que se ha dedicado a escribir libros y artículos sobre alimentación y agricultura entre otros temas y que desde el 1987 es colaborador de The New York Times Magazine

Es este libro el autor analiza la dieta de los norteamericanos y la epidemia de enfermedades que está provocando (obesidad, diabetes, cardiopatías, cánceres,...), se centra en la era del nutricionismo y como los expertos en nutrición y los publicistas han ido cambiando los hábitos alimentarios de los norteamericanos supeditando su alimentación a los intereses de la industria, y proponiendo la vuelta a una alimentación basada en la tradición y el sentido común, con alimentos más naturales y menos elaborados.

El libro va dirigido al público norteamericano y se nota, sobre todo el primer capítulo que a veces es un poco cansado de leer, posteriormente se vuelve más interesante y atractivo. En los siguientes capítulos nos da una serie de consejos y recomendaciones no faltos de humor para que podamos orientarnos y salir del estado de confusión en el que nos han metido los nutricionistas. Quizás sea lo más interesante aunque para nosotros europeos algunas nos parecen bastante obvias:
  • No coma nada que su bisabuela no reconocería como comida.
  • Evite los productos que contengan ingredientes que sea: desconocidos, impronunciables, más de cinco, que incluyan jarabe de maíz rico en frutosa.
  • Evite los productos alimenticios que exhiban afirmaciones de propiedades saludables.
  • Compre en la periferia del supermercado y manténgase alejado de la zona central.
  • Salga del supermercado lo antes posible.
  • Coma plantas en su mayor parte, sobre todo hojas.
  • Si tiene espacio, cómprese un congelador.
  • Coma como un omnívoro.
  • Coma alimentos cultivados en tierras sanas.
  • Coma alimentos silvestres cuando pueda.
  • Sea la clase de persona que toma suplementos.
  • Coma más como los franceses. O los italianos. O los japoneses. O los indios. O los Griegos.
  • Contemple los alimentos no tradicionales con escepticismo.
  • No espere encontrar la panacea en la dieta tradicional.
  • Tome una copa de vino con la cena.
  • Haga comidas.
  • Haga todas las comidas a la mesa.
  • Procure no comer solo.
  • Coma despacio.
  • Cocine y, si puede, cultive un huerto.
Hay libros que sin saber cómo tienen grandes ventas y este es uno de ellos, quizás porque se ha publicado en el momento oportuno y la industria editorial haya hecho el resto, por algo es un bestseller mundial. El título en español es otro misterio no tiene nada que ver con el título en inglés.


RESEÑA EDITOR.
Cómo Deberíamos alimentarnos para estar lo más sanos posible es una cuestión en la que nadie parece ponerse de acuerdo. Pero ¿qué otro animal necesita que le ayuden a decidir lo que debería comer?

En realidad, los seres humanos supimos todo lo necesario sobre este tema hasta que permitirnos que los expertos en nutrición y los publicistas nos hicieran dudar del sentido común, de nuestros hábitos y de la sabiduría de nuestras madres y abuelas, quienes, en las últimas décadas, perdieron gran parte de la autoridad que tenían sobre las comidas y empezaron a confiar en las recomendaciones dietéticas, las etiquetas de los alimento si los poco objetivos consejos de los fabricantes de alimentos. El resultado ha sido que, en la dieta occidental, la comida se ha reemplazado por los nutrientes y el sentido común, por la confusión; treinta años de consejos oficiales sobre nutrición nos han hecho más enfermizos y obesos.

Michael Pollan analiza cómo podemos salir de esta confusión y escapar así de la epidemia de enfermedades crónicas -obesidad, diabetes, cardiopatías y varios tipos de cáncer- que nos está provocando nuestra alimentación y propone un camino alternativo inspirado en la tradición y la ecología, la vuelta a la agricultura local y el renacimiento de la cocina regional: 'No comas nada que tu bisabuela no reconocería como comida'., 'evita los productos alimenticios que exhiban afirmaciones de propiedades saludables' o 'sal del supermercado lo antes posible' son algunas de las recomendaciones que componen este fresco y elocuente manifiesto.

ÍNDICE.
Prefacio a la edición internacional.
Introducción. Manifiesto de alguien que come.
I. LA ERA DEL NUTRICIONISMO.
 - De los alimentos a los nutrientes.
 - Definición de nutricionismo.
 - El nutricionismo llega al mercado.
 - La edad dorada de la ciencia de los alimentos.
 - La hipótesis lipídica se desmorona.
 - Come correctamente y engorda.
 - Más allá del principio del placer.
 - La prueba del pudin bajo en grasas.
 - Mala ciencia.
 - Los hijos del nutricionismo.
II. LA DIETA OCCIDENTAL Y LAS ENFERMEDADES DE LA CIVILIZACIÓN.
 - El aborigen que todos llevamos dentro.
 - El elefante de la habitación.
 - La industrialización del comer
III. SUPERAR EL NUTRICIONISMO.
 - Escapar de la dieta occidental.
 - Coma comida: definir la comida.
 - Plantas en su mayor parte: qué comer.
 - No demasiada: cuánto comer.

TEXTOS.
"Coma comida. No demasiada. Plantas en su mayor parte". Pág. 15.
"Si hubiera pasado usted un rato en un supermercado de la década de los ochenta, podría haberse dado cuenta de que sucedía algo extraño. La comida estaba desapareciendo poco a poco de los estantes. No es que se esfumara literalmente; no estoy hablando de escasez al estilo soviético. No, los estantes y las cámaras frigoríficas estaban repletos de envases, cajas y bolsas de diversos comestibles, y más que aparecían todos lo años, pero muchos de los alimentos tradicionales del supermercado fueron sustituidos de manera continuada por los nutrientes, que no son los mismo. Donde antes los nombres familiares de comestibles reconocibles -cosas como huevos o cereales para el desayuno o aperitivos- ocupaban los lugares de honor en los coloridos envases que atestaban los pasillo, ahora nuevos términos con resonancias científicas como 'colesterol', 'fibra' y 'grasas saturadas' empezaron a adquirir importancia y a aparecer en letra grande. Más importantes que los meros alimentos, en general se creía que la presencia o ausencia de esas sustancias invisibles redundaba en beneficio de la salud de los que las comían." Pág. 34.
"'Para saber realmente lo que come una persona, tienes que tener a una segunda persona invisible que la siga a todas partes, tomando fotografías, mirando los ingredientes y consultando tablas de la composición exacta de los alimentos, algo que no tenemos.' Cuando en un cuestionario de frecuencia de alimentos, alguien dice que ha comido una zanahoria, el tabulador consulta una base de datos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos para determinar exactamente cuánto calcio o beta-caroteno contenía esa zanahoria. Pero como no todas las zanahorias nacen iguales y el contenido de nutrientes depende de la variedad plantada, del tipo de tierra en la que se plantó, de la forma de cultivo utilizado (¿orgánico?, ¿convencional?) y hasta de lo fresca que esté la zanahoria, estas tablas contienen sus propias imprecisiones." Pág. 100.
"Es evidente que los logros de la agricultura industrial han tenido un coste: puede producir muchas más calorías por acre, pero cada una de esas calorías tal vez proporciones menos nutrición de lo que hacían antaño. Y lo que ha sucedido en las granjas ha sucedido en el sitema alimentario en su conjunto, puesto que la industria ha perseguido la misma estrategia general de favorecer la cantidad a expensas de la calidad. No hace falta pasar mucho tiempo en un supermercado estadounidense para darse cuenta de que estamos ante un sistema alimentario cuyo objetivo es vender grandes cantidades de calorías lo más baratas posibles." Pág. 149.
" ¿Y qué pasa con comer carne? A diferencia de los vegetales, sin los cuales no podemos vivir, no necesitamos comer carne; con la excepción de la vitamina B12, todos los nutrientes que se encuentran en la carne pueden obtenerse de oros lados. (Y la pequeña cantidad de vitamina B12 que necesitamos tampoco resulta muy difícil de conseguir; se encuentra en todos lo alimentos de origen animal y la produce una bacteria, por lo que ingerimos B12 cuando comemos productos en descomposición o fermentados.) Pero la carne, para cuya obtención los seres humanos han venido realizando esfuerzos heroicos y de la que disfrutan desde hace muchísimo tiempo, es un alimento nutritivo que proporciona todos los aminoácidos esenciales, así como muchas vitaminas y minerales, y no he encontrado ninguna razón convincente para excluirla de la dieta. (Eso no quiere decir que no haya buenas razones éticas o medioambientales para hacerlo.)" Pág. 199.


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