viernes, 22 de julio de 2011

El fin de la infancia


"El fin de la infancia" de Arthur C. Clarke, clásico entre los clásicos escrita en 1953 en plena Guerra Fría.  La novela se inicia con con la llegada de extraterrestres a La Tierra en los inicios de la carrera espacial en los años cincuenta  con una imagen llena de fuerza ya que de pronto aparecen "grandes naves que descienden" y se suspenden sobre las ciudades, posteriormente esta imagen ha sido reproducida en cientos de películas así en la serie "V" (1983 y 2009) en las películas "Independece day" (1996), "Mars Attacks!" (1996).... El tema del primer contacto es recurrente en la ciencia ficción pero el desarrollo de la novela nos lleva al apoteosico final  sorprendente, impresionante, inesperado, extraño, y con tintes filosóficos. Una de las características de las novelas de Arthur C. Clarke es la cantidad de preguntas que plantea, en esta obra se plantea ni más ni menos que el futuro de la humanidad, el paso siguiente en su evolución. ¿Cuál es el papel de la humanidad? ¿Existe un subconsciente colectivo? ¿La humanidad tiene futuro? ¿Conoceremos nuestro destino? ¿Seremos visitados por seres extraterrestres? ¿Cómo será el primer contacto? ¿Cómo reaccionará la humanidad? resumiendo obra que invita a la reflexión.

CONTRAPORTADA.
Con El fin de la infancia -escribió Basil Davenport- Arthur C. Clarke se une al pequeño grupo formado por Olaf Stapledon, C. S. Lewis y quizá H. G. Wells, que ha usado la ciencia-ficción como vehículo de ideas filosóficas. Dicho esto, es necesario añadir apresuradamente que El fin de la infancia es un libro tan ameno, desde el punto de vista de la narrativa pura, como cualquier otra novela común contemporánea. 

El fin de la infancia -obra que según William Du Bois merece la total atención de los habitantes de esta época de ansiedad- tiene como tema la futura evolución del hombre. Una raza extraña llega a la Tierra y trae consigo paz, prosperidad..., y la inesperada tragedia de la perfección. ¿Qué seguirá a la extinción de la raza humana? Arthur C. Clarke, en un final de notable belleza, plantea la más alucinante de las hipótesis.

FRAGMENTOS.
«Las grandes naves descendieron desde los inmensos y desconocidos abismos del espacio sin ningún aviso previo. Innumerables veces se había descrito ese día en cuentos y novelas, pero nadie había creído que llegaría a ocurrir. Y ahora allí estaban: las formas silenciosas y relucientes, suspendidas sobre todos los países como símbolos de una ciencia que el hombre no podría dominar hasta después de muchos siglos. Durante seis días habían flotado inmóviles sobre las ciudades, sin reconocer, aparentemente, la existencia del hombre. Pero no era necesario. Esas naves no habían ido a pararse tan precisamente y solo por casualidad sobre Nueva York, Londres, París, Moscú, Roma, Ciudad del Cabo, Tokio, Camberra...». Pág.. 21.

«Los conocimientos psicológicos de los superseñores y aquellos largos años de preparación tuvieron su premio: sólo algunas personas se desmayaron. Sin embargo no fueron pocas, sin duda, y en todas las regiones del mundo, las que sintieron durante un terrible instante, que un viejo espanto les rozaba la mente, antes de desvanecerse en forma definitiva». Pág. 73.

«La raza humana continuaba calentándose al sol en el largo y claro mediodía estival de la paz y la prosperidad. ¿Habría otra vez un invierno? Era inconcebible. La edad de la razón, saludada prematuramente por los jefes de la revolución francesa dos siglos y medio antes, había llegado al fin. Esta vez era cierto». Pág. 116.
«Cuando vuestra raza esté totalmente olvidada, una parte de vosotros seguirá existiendo. No nos concenéis, entonces, por lo que estamos obligado a hacer. Y recordad: siempre os envidiaremos». Pág. 192. 
«No era éste el regreso que había esperado. No podía hacer nada sino mirar y aguardar, mientras sentía el temor de lo desconocido. Algo había pasado, algo inimaginable. Y la nave seguía descendiendo a lo largo de una curva que la llevaba otra vez al hemisferio iluminado». Pág. 208.

No hay comentarios:

Publicar un comentario